Soñé por vez primera con un cielo color ocre
teñido por un sol de noviembre en ocaso,
había un silencio melodioso, indescifrable,
nada más en ese rincón del sueño loco.
Me veía a mí mismo sin cuerpo,
era yo, eran mis ojos que dulcemente
se suspendían en ese sueño inundado
de aroma a flores que brotaban de tu cuerpo desnudo.
Desperté entre pétalos de soledad
pensando que quizás eres el jardín de mis propuestas,
de esas indecentes, que no se dicen
que solo las comprende, nuestro “yo” audaz
nosotros, los pecaminosos, los que transgreden
los que desconocen las rutinas venenosas.
Se me antojan realidades dibujadas en tu cuerpo,
se me antoja tatuarte besos con forma de flores
hasta que el sol se cuele por mi ventana
y vuelva a suspenderme
en sueños ausentes de cordura.
Char®